sábado, 18 de marzo de 2017

Ohigan

La semana pasada mi madre me llamó desde Japón para decirme que ya le llegó la carta de invitación para asistir a la ceremonia de Ohigan en el templo budista de Butsunichiji. Estaba muy contenta. Estas fechas son muy especiales porque es el tránsito del invierno a la primavera Ohigan se refiere al periodo de los  tres días antes y tres días después del equinoccio de la primavera. Dicen que en este día el mundo de la iluminación que habita en el más allá, se acerca al máximo a nuestro mundo y se crean puentes invisibles entre los dos, así que en estas fechas es posible visitar a ese otro mundo de la iluminación .Tal vez por eso, en estos días los templos budistas celebran un ritual para los difuntos.
Cuando yo vivía en Japón solía asistir con mis padres y mis hermanos a esta ceremonia en el templo de Butsunichiji. Mi familia siempre fue devota de este templo porque mis difuntos abuelos descansan en su cementerio. Recuerdo que esperábamos en silencio sentados en la sala del altar hasta que, a la señal de un sonido de gong, los seis monjes vestidos con unos atuendos especiales que vestían para la ocasión, comenzaban a recitar un sutra budista. No entendíamos la mayor parte de las oraciones, pero su melodía monótona, las voces graves de los monjes, acompañada de vez en cuando del sonido de las campanillas y el tambor, y el olor del incienso, parecían hipnotizarnos. Algunos cerraban los ojos y otros miraban hacia delante juntando las manos en el pecho. El ritual duraba unos 50 minutos y era como un viaje a otro mundo.

Después de la ceremonia, nos despedíamos de los monjes con repetidas reverencias. Una vez subimos en coche, mi madre empezaba chismear de las conversaciones oídas de los asistentes, que eran casi todos conocidos. Antes de llegar casa, nos acercamos a la tienda de dulce, compramos una docena de Ohagi, así aterrizamos en nuestro mundo.


Este es Ohagi, el típico dulce de Higan, son dulces hechos con una bola de arroz glutinoso, generalmente, recubiertas de pasta de judía roja, aunque también son muy populares las versiones cubiertas de harina de soja tostada o de sésamo, todos son bonísimos. Por suerte o desgracia, mi familia Hashimoto somos bastante mundanos.

viernes, 10 de marzo de 2017

Kaiseki



Galicia está llena de lugares mágicos, y uno de ellos es Ponteareas. La semana pasada volví a visitar este lugar con una amiga. Subimos una cuesta empinada caminando sobre una alfombra rojiza de agujas de pinos, encontramos asombradas unas rocas que parecían estar jugando a hacer malabarismos.



Igual que en Galicia, en Japón también hay mucha leyenda sobre piedras.
Cuentan que había un campesino muy religioso que  cada año iba a un templo muy lejano a rezar a un dios al que le rendía culto. A su pesar, un año tuvo que decidir y  comunicarle al dios que  esa sería su última peregrinación ya que estaba muy mayor para el viaje. Después de despedirse de su dios, tomó el camino de vuelta. De pronto se dio cuenta que en la manga del Kimono tenía una piedra, y pensó que se la habría metido algún viajero bromista del barco y la tiró al mar. Pero al día siguiente, cuando se despertó otra vez, se encontró la misma piedra en la manga. Extrañado, consultó a sus vecinos del pueblo, y le dijeron que aquella piedra debía de ser un regalo del dios, así que todos deberían venerarla. Y así hicieron. Entonces construyeron  un templo para colocar la piedra. Cuentan que esta piedra crecía cada año, y que cuando la persona que contó esta historia vio por primera vez la piedra, ésta medía unos 40 centímetros, pero ahora desconocemos el tamaño de la piedra, ya que esta historia viene de hace mucho mucho tiempo.

Mi abuela decía que  las piedras también son “gente”, que las piedras y los minerales también cambian y se transforman como nosotros aunque mucho más lentamente, porque la medida de su tiempo es diferente a la nuestra.


  
 Esta imagen es la comida de un estilo Kaiseki( 懐石), que significa “piedra en el bolsillo”, aunque, por supuesto, no se usan piedras como ingredientes. Antiguamente en los templos budistas, los monjes comían sólo dos veces al día, así que tenían la costumbre de calentar una  piedra y guardársela en el bolsillo para engañar el hambre calentándose la barriga.  Pero algunos monjes podían permitirse el lujo  de usar otro método más eficaz; picando algo sencillo. De ahí el kaiseki que significaba “piedra en el bolsillo” empieza referirse a “un plato simple que calienta cuerpo y apacigua hambre”. Más tarde el fundador del Cha no yu (ceremonia de té), Sennorikyu formó el estilo Kaiseki, comida ligera y sencilla que consiste en una sopa y tres platos. 

Es la otra historia de cambio de la piedra.