La
semana pasada mi madre me llamó desde Japón para decirme que ya le llegó la
carta de invitación para asistir a la ceremonia de Ohigan en el templo budista
de Butsunichiji. Estaba muy contenta. Estas fechas son muy especiales porque es
el tránsito del invierno a la primavera Ohigan se refiere al periodo de los tres días antes y tres días después del
equinoccio de la primavera. Dicen que en este día el mundo de la iluminación
que habita en el más allá, se acerca al máximo a nuestro mundo y se crean
puentes invisibles entre los dos, así que en estas fechas es posible visitar a ese otro mundo de la iluminación .Tal vez por eso, en estos días los
templos budistas celebran un ritual para los difuntos.
Cuando
yo vivía en Japón solía asistir con mis padres y mis hermanos a esta ceremonia
en el templo de Butsunichiji. Mi familia siempre fue devota de este templo porque
mis difuntos abuelos descansan en su cementerio. Recuerdo que esperábamos en
silencio sentados en la sala del altar hasta que, a la señal de un sonido de
gong, los seis monjes vestidos con unos atuendos especiales que vestían para la
ocasión, comenzaban a recitar un sutra budista. No entendíamos la mayor parte
de las oraciones, pero su melodía monótona, las voces graves de los monjes,
acompañada de vez en cuando del sonido de las campanillas y el tambor, y el
olor del incienso, parecían hipnotizarnos. Algunos cerraban los ojos y otros
miraban hacia delante juntando las manos en el pecho. El ritual duraba unos 50
minutos y era como un viaje a otro mundo.
Después
de la ceremonia, nos despedíamos de los monjes con repetidas reverencias. Una
vez subimos en coche, mi madre empezaba chismear de las conversaciones oídas de los
asistentes, que eran casi todos conocidos. Antes de llegar casa, nos acercamos
a la tienda de dulce, compramos una docena de Ohagi, así aterrizamos en nuestro
mundo.
Este
es Ohagi, el típico dulce de Higan, son dulces hechos con una bola de arroz
glutinoso, generalmente, recubiertas de pasta de judía roja, aunque también son
muy populares las versiones cubiertas de harina de soja tostada o de sésamo,
todos son bonísimos. Por suerte o desgracia, mi familia Hashimoto somos bastante
mundanos.