Ayer fue el día de San Valentín, día de los enamorados. En Japón, este día también es especial, ya que es el momento en que una chica puede declarar su amor a un chico, regalándole una chocolatina. En mi época se consideraba que tales actos eran demasiado atrevidos para las japonesas, y sólo estaba permitido en el día de San Valentin. Luego se extendió la costumbre, y se comenzó a regalar chocolate entre amigos, compañeros del trabajo, familia, etc, pero siempre regalan las chicas. ( en marzo hay otro día en el que le toca a los chicos)
Es un día bonito, en el que todo el
mundo da o recibe un “te quiero”. Mi
madre también compró una caja de chocolate para ofrendar delante de la foto de
mi padre.
¿Dónde crees que está él ahora? -me pregunta mi madre por teléfono desde
Japón.
Antiguamente en Japón se pensaba que el alma del muerto se
dirigía al monte, es decir, se pensaba que en algún lugar de Japón se
encontraba el otro mundo. Al principio, se queda en la falda de la montaña, y
con el tiempo el alma se purifica y asciende a lo alto del monte. En este
proceso de purificación se emplean 50 días, durante los cuales no debe faltar
la oración de su familia. De esta forma, se limpia la impureza de la tierra, y
más tarde, transcurridos treinta y tres años, el alma se junta con la entidad
del dios del antepasado, y protege a sus descendientes. Según la región de
Japón la leyenda varía; se piensa que este otro mundo se encuentra en la
profundidad del mar, en el alto del cielo, o debajo de la tierra, pero ninguno
de estos lugares es el paraíso o el infierno.
Creo que está en el monte, ¿recuerdas que cuando estuvo en
el hospital, siempre miraba al monte por la ventana y decía una y otra vez lo
bonito que era? -le contesté a mi madre.
¿Sí? Yo creo que está
en el cielo, ¿no recuerdas en los últimos días siempre miraba el cielo? -
respondió mi madre
Mamá, es porque ya no podía sentarse, y era la única cosa
que podía ver desde la cama.” –le dije.
No sabemos la certeza de donde está, pero estamos de acuerdo
de que está en algún sitio, un lugar que no está lejos, pero tampoco lo
suficientemente cerca como para poder abrazarlo, o entregarle un chocolate de
San Valentín.
Lástima, hay cosas de las que sólo nos damos cuenta cuando
ya es demasiado tarde.
*Chocolate con té matcha