En estos días, antes de entrar en la escuela, donde
trabajo, no puedo evitar detenerme en unos minutos frente a la reja.
Es por un árbol de ginkgo.
Es por un árbol de ginkgo.
El árbol ya había perdido sus hojas, las cuales
forman una alfombra abajo de mis pies, pero aún quedan muchas. A mí me parece que
son mariposas doradas, que están sigilosamente esperando emprender su vuelo.
El
Gingo se considera una de las especies más antiguas que se conocen, existe
desde la época de los dinosaurios. Pero por el cambio del clima acabaron por desaparecer
sus especies. Actualmente sólo queda una, Ginkgo biloba. Por eso le llaman el
fósil viviente, que ha llegado hasta el día de hoy.
En el inicio del siglo VI, el
Budismo es transmitido a Japón, en este momento vinieron muchos monjes chinos a
Japón. Dicen que las ramas de los árboles de Ginkgo que usaban los monjes como
bastón y dejaban clavadas en la tierra empezaron a enraizar y
brotar las hojas, y se convirtieron en árboles
gigantes. Quizás por esta razón se pueda encontrar muchos árboles de Ginkgo en
los templos de Japón. El Ginkgo es un árbol sagrado.
El
Ginkgo es una planta medicinal. Sus
propiedades han demostrado ser excelentes para la memoria, al estimular la
circulación y potenciar la capacidad mental. Sin embargo, en dosis excesivas, puede
tener efectos secundarios indeseables.
Eso sí, al contemplar este árbol
precioso no hay sobredosis, os recomiendo encontrarlos en la calle. (El Ginkgo
es un árbol que suele ser plantado en las calles, yo ya localicé dos en la ciudad de Vigo. )
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